Está lloviendo sobre el espacio que siente tristeza. Las gotas golpean con un relleno de litro y medio, pero Camila no se identifica con las lágrimas del colchón. Su cara tiene el apatismo exacto de la nada, sumergida en un camino de árboles hechos al revés.
A sus ojos los vino a buscar el sin sentido, se la llevan.
Su garganta pide la tos seca. El remedio es fantasma y la ahuyenta, pero la enfermedad vuelve: virus, fiebre amarilla, germen.
Epidemia .Camila requiere que su cuerpo se convierta en solvente deteriorado, que su aire se esfume en vientos anulados y que al fin el ambiente quede intoxicado.
El aire frío entra por el costado de la ventana, mientras el silencio le pide que se vaya.
Analía Pérez Portillo
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