HAMACAS

Deslizate en la plaza surrealista

sábado, 15 de enero de 2011

Como ocultarse en el plano

La manija me introdujo en el espacio físico que estaba oscuro, el aire era húmedo y parecía no coincidir con mi aire, las sillas tenían un tamaño exagerado, como la exageración del no existir que transmitían aquellos colores, las ventanas parecían alambres de luto, los cuartos eran cubos rotos de madera, los baños volcanes de agua sucia.
Camine dos vueltas de manzana y comencé a descubrir los diferentes desniveles de la pared: rugoso, áspero, frío. No había tiempo de congelamiento, todo el espacio corporal: manos, ojos, pies, cabeza; bailaban, reían y saltaban.
Siguiendo el movimiento táctil dentro de aquel escenario percibí un angosto pasillo detrás de las cortinas sucias. La iluminación se distinguía por un hilo fino cuya dirección se acercaba a unos bordes dorados que encerraban un paisaje verde oscuro con una línea de horizonte desnivelada. Desde allí mire hacia arriba, se acercaba una tormenta, a lo lejos visualicé una mezcla de soldados, comencé a percibir el miedo en segundos: viento de fusiles, nieve de birretes, caballos rotos, agua roja.
Me escondí en un árbol caído, sentí unos dedos que me tapaban la boca, no quería ver al enemigo y me esforcé para que mi pie pisara la casa. Cuando toque la madera mis pulmones estaban tranquilos. Las sillas estaban corridas, habían colocado gente, todos aplaudían el cuadrado.
En ese momento, decidí nadar en el agua sucia del baño, quería volver a escapar.


Como encontrarse y escaparse del personaje ficcional

En cada dedo surge la fuerza extrema de cerrar la mano y dirigirla hacia alguien, ya no hay elementos que admitan la prudencia, todo es velocidad, la cabeza gira de todas formas, las sensaciones son inexplicables.
Me siento en la pantalla en una distancia lejana. Los personajes se apiadan de mí, son ellos mismos, los que fabrique con hilos de movimiento. Uno, se hizo realidad.
Fastidio siniestro por ver de nuevo sus pupilas mirando fijo desde un lugar poco táctil, las ganas intensas de tocar su cuerpo fueron suprimidas, en la película el hombre muestra su fragilidad y temo el derrumbe en mis manos.
Las imágenes continúan, ese uno desaparece, pero sigue en los escalones de mi mente.
Miro solo mis ojos y siento que ellos están duros, logro visualizar una diferencia: en esa parte de mi facial, hay susto, por el personaje que apareció en la mitad de la cinta, pero la sensación extrema del miedo, es ese uno que se metió en mi cuerpo y no tuve tiempo de perseguir: a veces nos perdemos en laberintos corriendo con los pies en el asfalto, borramos las calles, para no introducirnos en las otras personas y no encontrar en el cuerpo del otro la comodidad de la existencia.
Las carcajadas frente al visor apabullan verdades inciertas, utilizamos tácticas de juego para derribar lo real, nos trasladamos por mundos semánticos y esquivamos los del sin sentido.
Mundo real adherido a la ventosa del mundo mágico comprimido en la pantalla, los registros de pies y manos que me acompañan quedaron en estado neutro.

Analía Pérez Portillo

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