HAMACAS

Deslizate en la plaza surrealista

sábado, 15 de enero de 2011

Todavía no comprendo la existencia del verbo ver

En las imágenes de mi espectro visual en la madrugada, ví esa figura que un día después caminaba por la calle y al saludar me clavaba el puñal.
Las palabras que salían de esa figura eran muñecos de mi tiempo pasado, cuyos movimientos de boca emanaban sílabas viento que sólo yo quería escuchar. El mismo día tu bicicleta corrió para no verme, demostró que los hechos prometidos no son posibles: las sílabas exactas eran equivocadas.
A partir de aquí, preferí los tristes minutos, busqué el árbol cuya corteza detrás de mi espalda lastimaba mi caja roja, formando guiones que no fueron capaces de ser completados, quedaron imágenes de adelante hacia atrás de atrás para adelante.
Los paisajes se derrumbaban, caían, saltaban y volvían a aparecer.
Me hubiera gustado darme cuenta antes al día de hoy, pero el tiempo no adquirió su velocidad cuando lo necesitaba.

Analía Perez Portillo

Los oídos escondidos

Mis pies están mojados, en este momento la electricidad no me sirve y si la utilizara caería en la reencarnación. Cruzo la vereda, las gotas me tapan la visión del hombre que sale del supermercado. Me molesta chocarme con él.
¡¡¡Que me dé mi lugar!!!
¡¡¡Que se corra!!!
¡¡¡Díganle que se vaya, que me tapa la película de la mano de enfrente!!!
¡¡¡Que soy un agujero en la tierra!!!
¡¡¡Una garganta que no puede hablar!!!
¡¡¡Un pelo en una albóndiga!!!
¡¡¡Un globo sin ser universo!!!
¡¡¡Una gillette en la casa de un viejo de 80!!!!!!!!!
Que soy, soy algo o soy ese lugar que me robaron?????????? Devuélvanme la identidad!!!!!!!!!!!!!!!!
QUIERO SER ESO QUE USTEDES DEJARON DE SER.

Analía Pérez Portillo

Justo ahí me paré

El desierto estaba repleto de mundos mágicos, mitad noche y media parte del día formaba parte del rectángulo, la iluminación de la luna me indicaba que mi visión existía, la alergia brotaba en mi cuerpo y el viento la aliviaba, sospechaba que en el aire había otros individuos realizando mi misma actividad, quería indicarles mis procedimientos, pero sabía que en algún momento los suyos iban a ser dominados por seres sin imaginación, no me molestaba, le estaba tomando gusto a la millonaria multitud de personas.
Enroscaba mi piel con el talón para seguir mi camino, mi función era caminar para atrás rápidamente, respirar para adentro, tocar con mis dedos hechos al revés, tragar para afuera, mirar con las pupilas del costado de la espalda, en aquel instante me metí en el cuadrado de cristal y me convertí en gelatina color crema, mi olor era a ácido sin perfume, las explosiones de bombas de jabón se esparcían por el espacio.

Analía Pérez Portillo

Elimínalo

Imaginando altos paisajes ubicados en mundos irreales sin diversión, llegábamos al punto fin donde la pantalla que mirábamos del otro, era totalmente falsa. Cuando ese otro jugaba a la verdad, nos bombardeaba nuestra ilusión, la convertía en espada: se zambullía en él y no en nuestros cuerpos.
Catástrofe: Tratábamos de crear un laberinto de pensamientos para sacar afuera lo que nunca estuvo adentro.
Distanciamiento: Presente. Olvidamos al que está enfrente y formamos la escultura de uno mismo: escribimos, dibujamos, actuamos.
En el dibujo borramos la nariz deformada, la sonrisa mal copiada, los ojos de color distinto que componen la estructura del otro. Impedimos que nos domine creando nuestras propias figuras.
En la actuación, nos adelantamos a luchar con la mente, para que la persona ficcional no se convierta en una huella del otro.
En la letra: escarbamos hasta colocar la tinta en castillos superiores: destino.

Analía Pérez Portillo

El cuadrado de imagen y sonido y la caja de diales me miente.

Al principio no me daba cuenta del engaño, era solo un minúsculo ser:
Ese que le intimidaba que lo vieran desnudo desde el cuadrado, el que pensaba que las voces de marionetas provenían de una caja que al tocarla emitía electricidad y cuestionaba las noticias por el simple hecho de preguntar.
Al crecer mis piernas, la pulcritud del protagonista se ensucia; para asearlo, observo desde la abertura de la botella llena, se ve diferente, pero al menos tapa la mentira que me ocultaban cuando no era un mayúsculo.
Elimino ese disfraz distorsionado, me tapó y destapó los oídos para no escucha las voces de la caja, estrujando la botella y emitiendo ruido.
Desconozco, desconoce, mirarte y escucharte.
Desahogo de la realidad que no es lo suficientemente auténtica.


Analía Perez Portillo

Abeja

MIRADAS EXTRAÑAS, MENTES TÍMIDAS, MUNDOS EXTRAÑOS QUE NOS MARGINAN.
EL ORDEN DE TUS SENTIDOS NO CORRESPONDEN A LOS MÍOS:
VÍAS DISTINTAS, CUERPOS CAMBIADOS.
EL ESTADO DE MIS HUESOS NO RECIBE SERENATAS, SÓLO MIRADAS DE ESCALOFRÍOS POR TUS OJOS GRANDES.
TU FUNCIONAS COMO MÁQUINA: LA MENTIRA DE TU VOZ INVENTA OTRA PERSONA ANTES DE CONOCERLA.

TODO ES SUSPENSO, EL SUSPENSO HACE DE TÍ UNA GOTA DE AIRE, AQUÍ ENCUENTRO LO INDESCIFRABLE:
ESO QUE NO SÉ QUÉ ES Y QUE AL CAPTURARLO YA NO ESTÁ.

HUÍSTE DEL CONTORNO OVALADO QUE ME RECORRE
NO QUICISTE PERTENECER A MI CABEZA ESTÁTICA SOSTENIDA POR DOS ALAS
SACUDISTE EL NÉCTAR DENTRO DE MI CUERPO
TU EXPEDICIÓN EN MI MUNDO TERMINÓ COMO ESCAPE
AL ESCAPARTE LOGRASTE QUE NO ABSORVIERA LA TORMENTA, ME DEJASTE MORIR.

TÚ CULPABLE:
INSECTO DE LÍNEAS QUE NO DICEN NADA
INSECTO DE ALAS, MÁS DIMINUTAS QUE LAS DE UN PÁJARO
INSECTO DE AGUJA JUSTIFICANTE DE MI POSTERIOR DOLOR
INSECTO QUE ADQUIRIÓ UN NUEVO NOMBRE EN LAS GOTAS DE LA LLUVIA
ANALÍA PÉREZ PORTILLO

Adentro soy yo, afuera los otros.

Al soplar el viento hacia adentro:
La sangre en mi cuerpo es creciente de esferas vivas.
Las células se mueven, como tornados encadenados por la mitosis.
Las membranas, son telarañas rotas por la sudestada.
Los huesos resisten las estrategias del aire sin dificultad.
La piel, es lámina de un globo que tiene como objetivo los lugares más altos.
Partes que forman el aparato orgánico, convulsionados por la eólica respiración.

Al soplar el viento hacia afuera: conexiones de otros acoplados formados por células, membranas, piel y sangre, son víctimas de la comunicación del habla. Reciben los sentidos del viento hacia adentro, son mutables.
Ese viento es la cara individual que comparte a través de canales, la respiración hacia fuera que produce el diálogo de los colectivos.
Analía Perez Portillo
Como ocultarse en el plano

La manija me introdujo en el espacio físico que estaba oscuro, el aire era húmedo y parecía no coincidir con mi aire, las sillas tenían un tamaño exagerado, como la exageración del no existir que transmitían aquellos colores, las ventanas parecían alambres de luto, los cuartos eran cubos rotos de madera, los baños volcanes de agua sucia.
Camine dos vueltas de manzana y comencé a descubrir los diferentes desniveles de la pared: rugoso, áspero, frío. No había tiempo de congelamiento, todo el espacio corporal: manos, ojos, pies, cabeza; bailaban, reían y saltaban.
Siguiendo el movimiento táctil dentro de aquel escenario percibí un angosto pasillo detrás de las cortinas sucias. La iluminación se distinguía por un hilo fino cuya dirección se acercaba a unos bordes dorados que encerraban un paisaje verde oscuro con una línea de horizonte desnivelada. Desde allí mire hacia arriba, se acercaba una tormenta, a lo lejos visualicé una mezcla de soldados, comencé a percibir el miedo en segundos: viento de fusiles, nieve de birretes, caballos rotos, agua roja.
Me escondí en un árbol caído, sentí unos dedos que me tapaban la boca, no quería ver al enemigo y me esforcé para que mi pie pisara la casa. Cuando toque la madera mis pulmones estaban tranquilos. Las sillas estaban corridas, habían colocado gente, todos aplaudían el cuadrado.
En ese momento, decidí nadar en el agua sucia del baño, quería volver a escapar.


Como encontrarse y escaparse del personaje ficcional

En cada dedo surge la fuerza extrema de cerrar la mano y dirigirla hacia alguien, ya no hay elementos que admitan la prudencia, todo es velocidad, la cabeza gira de todas formas, las sensaciones son inexplicables.
Me siento en la pantalla en una distancia lejana. Los personajes se apiadan de mí, son ellos mismos, los que fabrique con hilos de movimiento. Uno, se hizo realidad.
Fastidio siniestro por ver de nuevo sus pupilas mirando fijo desde un lugar poco táctil, las ganas intensas de tocar su cuerpo fueron suprimidas, en la película el hombre muestra su fragilidad y temo el derrumbe en mis manos.
Las imágenes continúan, ese uno desaparece, pero sigue en los escalones de mi mente.
Miro solo mis ojos y siento que ellos están duros, logro visualizar una diferencia: en esa parte de mi facial, hay susto, por el personaje que apareció en la mitad de la cinta, pero la sensación extrema del miedo, es ese uno que se metió en mi cuerpo y no tuve tiempo de perseguir: a veces nos perdemos en laberintos corriendo con los pies en el asfalto, borramos las calles, para no introducirnos en las otras personas y no encontrar en el cuerpo del otro la comodidad de la existencia.
Las carcajadas frente al visor apabullan verdades inciertas, utilizamos tácticas de juego para derribar lo real, nos trasladamos por mundos semánticos y esquivamos los del sin sentido.
Mundo real adherido a la ventosa del mundo mágico comprimido en la pantalla, los registros de pies y manos que me acompañan quedaron en estado neutro.

Analía Pérez Portillo

Salpicando el sin sentido, Camila caminaba hacia lo finito

Está lloviendo sobre el espacio que siente tristeza. Las gotas golpean con un relleno de litro y medio, pero Camila no se identifica con las lágrimas del colchón. Su cara tiene el apatismo exacto de la nada, sumergida en un camino de árboles hechos al revés.
A sus ojos los vino a buscar el sin sentido, se la llevan.
Su garganta pide la tos seca. El remedio es fantasma y la ahuyenta, pero la enfermedad vuelve: virus, fiebre amarilla, germen.
Epidemia .Camila requiere que su cuerpo se convierta en solvente deteriorado, que su aire se esfume en vientos anulados y que al fin el ambiente quede intoxicado.
El aire frío entra por el costado de la ventana, mientras el silencio le pide que se vaya.

Analía Pérez Portillo

La princesa en manos del caballero

Las costuras entre los cuerpos se han cortado debido a los crucigramas de vidas que no han podido ser fusionados.
Bárbara soñaba una mente extraña de locura masculina que hacía cambiar su rostro, trasgredido por querer a una persona que jugaba a las escondidas con la ilusión de su particular debilidad.
Un caballero que derrumbaba castillos de damas y permanecía en las torres dirigiendo el mando sin provocar heridas en su propio elemento.
Las gotas que caían en Bárbara expresaban la historia, visualmente era la forma de captura de ese ser innombrable que sólo a ella le gustaba nombrar.
Un imán permanecía en él, ni un segundo podía soltar a su princesa, le gustaba sofocar su cuerpo y encontrar en ella todo lo que le faltaba a él: cielo azul en una perspectiva de progreso.

Analía Pérez Portillo